8.31.2010

Taciturno

Siendo que los hechos nos desprecian, volvemos a callar las palabras que son dolosas y justo así, tremendo, vamos encontrándonos por los caminos de la travesía humana, cuando nos duele el hueso, la desesperanza y el capricho cala hondo siempre que cruzamos el túnel de los recuerdos vacíos. Somos fugaces, que reumáticos punzantes, en intentos vamos queriendo ser siempre los del entonces, aquellos de la chocita de palos en el baldío, los del nunca antes que andamos retomando todo el tiempo los errores y los desempolvamos, les quitamos la tierra fina; los reutilizamos en la novedad del segundo, queriendo ser y no. En la idea muchedumbre adormecemos las ansias, los impulsos y al final seguimos apareciendo secos, trincados con la prisa de los sucesos pendientes y en el fondo del azoramiento, la añoranza jodida, perturbadora. Siempre que un dedo se esconde en el bolsillo del velvet jean, cuando no se señala a tiempo, la injusticia es como la cobardía de salir al aire sin trapos, ¡como no haber parido nunca!, evitándonos pálidamente y también vencidos, hincados a puño sangrado, agachados frente al “día a día” rutinario y circular. Siempre con el mismo hueco del estómago de s.i.e.m.p.r.e callamos la voz para ahogar la desvergüenza; entonces no hay Juárez y Tamaulipas, cabezas que ruedan largo, espirales de varias muertes, no existe desventura y noches a puertas abiertas bajo el aire nocturno, es un solitario intento de existir. Se imita la hombría en el espejo y se empaña con su propio sonido sofocado, el desasosiego, un trauma perdido en la memoria, la vileza del desprestigio, la carie taladrando y así, es entonces donde surgimos todos los ningunos que jamás habíamos existido antes en el orgullo de la dignidad. JorgeDíaz® Estudio